lunes, 5 de noviembre de 2012

Dilema



Toda escritura es melancólica
y sí, en efecto, ahora me encuentro melancólico.

Y la melancolía no es sino ver el mundo
con la sabiduría de que se nos perderá un día;
tocar con la conciencia de que no tocaremos más;
es pensar en todo aquello que tenemos
y que en cierta realidad ya hemos perdido;
es ver ese pájaro en la lejanía que ya no volveremos a ver.

Melancolía es distinguir de nuevo con amor lo que tenemos
por saber que un día no será más.

Así veo mi vida y la tuya,
tambaleantes en el mismo regazo secretamente alado,
en esta pérdida tan vasta de las cosas que tengo,
que tú tienes.

En tu corazón y el mío,
amor, veo la pérdida,
el aroma de lo que ya no está,
La silueta de lo que nos va dejando una vez más.

Mi corazón veo, amor,
con la conciencia de que te irás,
cada noche en fuga,
cada noche en otro cuerpo,
por que de mí te vas despojando las cosas lentamente.

Te vas y contigo los huéspedes de la noche se van,
los hombres de la ceniza
y los ejércitos de mis sombras,
se van.

Como no puedes dejarme impunemente,
te llevas todo lo que guardo en pueriles secretos,
pueriles ánforas del niño que soy.

Y me siento ya deshabitado antes,
poco antes de que te vayas.

No tienes otra manera de huir
sino deslizándote por mamparas y lámparas,
por biombos de lumbre enigmática,
por cosas que ni si quiera he visto aún,
pero que ya me dan la sensación amarga de su pérdida
¡aquí!
en esta melancolía,
que por fin veo melancólicamente,
y no me entrega ya la desesperanza de hace poco,
si no una esperanza fundada en todo lo que no sé,
en todo lo que me será revelado en el mañana,
en el mañana que ya extraño por que también,
como tú ahora
se perderá.