sábado, 17 de diciembre de 2011
Un Pensamiento.
miércoles, 14 de diciembre de 2011
Una Palabra
Súbitamente tranquilo. Me quedo quieto viendo profundo todo el cielo en una página blanca. La contemplo enorme un momento. Basta una palabra para que el universo que contiene se acabe. La escribo y ya está, toda la inmensidad se ha perdido. En un intento de recuperación me digo que es una estrella, pero no hay más que una palabra. No hay metáfora, analogía posible. La palabra usurpa todo a la página, la vacía. Me siento confundido. Tal vez debí dibujar algo: un chiflón de viento, una ventana, o la luna. Es tan fácil dibujar la luna, no necesito retratarla para verla pendiendo de una noche blanca. Ya he robado tanto al silencio. Tal vez no debí decir nada, sólo contemplar la palabra como un hecho divino, algo en lo que yo no he tenido ningún papel, una herida. Y ya la hoja se pierde, no hay retorno posible a aquella alborada. Pienso en arrancarla como me arranco los cabellos. Pero no. Me estoy poniendo tal vez en el lugar equivocado. Así se debió crear el mundo: palabra por palabra.
Me desespero, siento una demasiado grande responsabilidad con mi oficio, como si el mundo pendiera de esa palabra, como si en un pequeño desliz pudieran reventar todos sus reflejos, bajo un florecimiento colosal. Como si estuviese creando el mundo. Medito. ¿Qué debe ser lo siguiente que escriba? Hasta ahora la palabra ensombrecida de tinta me contempla. No hay nada más en su mundo. Es por el momento el mundo mismo. No puede reconocerse o asociarse. Está blancamente sola. Medito.
Súbitamente intranquilo. Descubro la razón de mi proyecto, casi maquiavélica. El miedo me hunde en su oscuridad. Me conmociona la idea. El miedo que siento es teológico, católico. Le estoy haciendo a Dios lo que él nos ha hecho. No pienso poner una sola palabra más a su lado. No soy un hombre vengativo, pero tampoco uno bueno. Guardaré esta página en el librero y si me ayudan las almas, me olvidaré de ella.