viernes, 16 de marzo de 2012

Pormenores

Como una melodía que ya conozco se insinuaba la noche en Quito, las nubes parecían enormes gradas llevadas por incas muertos, a la orden de la luna. La noche era una catedral y una pirámide. Un Taj-mahal era la luna, ante la noche que temblaba como fuente, construida por un enorme dolor. Me parecía que el mundo era la ventana por la que veía al universo, donde surcaba el enorme río de una cabellera negra.

- Mírenla es una gigante.

- No, es una muerta.

Cada vez que abría mi puerta, cuando salía a comprar pan o a hacer un vueltita, ahí estabas – pensar que un momento antes te había olvidado –, tu enorme brazo estaba más cerca de la atmósfera cada día, los vecinos están indignados, y tu padre se mortificó tanto que no abre las cortinas ni sale ya de su casa. No soporta verte. El jueves anterior pudimos observar tu pie inmóvil. Das vueltas alrededor de la Tierra como un satélite, como una bailarina de una cajita musical que se ha caído eternamente de la mesa de los tiempos. Tus dedos el martes próximo rasgarán una parte de la capa de ozono, ya lo han descubierto los científicos, no sabemos si vienes a matarnos, o si desviarás tu curso hacia otro incierto planeta, no lo saben ellos tampoco. Nadie se echa la culpa sin embargo. Tu cabello ya no está tan lejos como estaba hace un mes, y tu cara parece un sendero de montañas, donde se posa una estrella fugaz cada semana. Yo me entristezco cuando no veo tu pelo, ese para mí es el invierno. Tu cara enorme me recuerda tu pequeña cara, y como antes mi dedo iba buscándote cosquillas, ahora camino por tu dulce baranda sin encontrarlas. Te lavo con cuidado los ojos y los labios, tu madre muchas veces me acompaña en ésta solitaria tarea. A ti vamos como a una lápida, con normalidad caminamos por la calle, con normalidad y pena nos ven las almas del pueblo que siempre son compasivas, pero ella, tu madre, deja siempre su corazón en tus pestañas. A veces me entristezco porque yo no tengo nada para dejarte.

Me pongo el sombrero y desciendo, tu madre primero, tú sabes cómo soy, cuando tocan mis pies el asfalto ya me faltas, tu suavidad, tu olor que no escapa. Estás muerta dicen los periódicos y los que conocen del tema, dicen que tu corrupción será más lenta y por ello aún no hiedes, dicen que se debe a que no hay organismos capaces de comerte. Dicen que tu corazón se quedará con nosotros como un sol secundario. Tu piel sigue viva y caliente. Dicen que la hemorragia no acabará en un buen tiempo, teñiste de rojo la luna ya, yo pienso que no has muerto. Pero también dicen que cuando empieces a pudrirte morirán miles de niños y ancianos, despedirás un halo de tal fetidez que nadie podrá ponerse a salvo, veremos cómo se cae tu piel y tus órganos consumidos, tu enrome esqueleto puede perforar fácilmente la atmósfera y matarnos, después de un largo tiempo te habrás ido completamente. Te recordaré en la luna si conserva su color, tal ahora te recordamos todos en la sangre, que cae sobre nosotros como una lluvia.