lunes, 3 de septiembre de 2012

Epístolas


Epístola I. El ruego.

Capitán
Tendrás que pronunciar su nombre
Mi ofrenda es la muerte
La reconozcas o no
Aquello es lo único que puedo darte

Todos mis cielos dependen de aquel sueño Capitán
Como el alma mía

Pruébame como Yah
Inquirió a Abraham
Bendíceme
La muerte es lo único que tengo

Si no es mi vida
La de mi hijo exígeme
Capitán de las noches
Capitán eternalmente perdido
Entre las sanguijuelas y los espejos.

Todo quiere robarte Capitán
y lo que yo te entrego
(Nunca me has exigido nada)
Es mi último dolor

Capitán desátame de todas mis ergástulas
Róbame los astros
Cárgame de muerte

Todo te lo pido
Te desafío en todo
Y lo que ofrezco no lo ves
Está bajo la silenciosa mesa Capitán
Ahí
Abajo
En la profundidad encontraras mi alma
Me deshago de ella
Ya seca

Quiero ser Abraham
Pruébame
Inmolaré Capitán a mi hijo
Renunciaría a toda la vida
Si me lo pidieras

Capitán que en ningún mar has reinado
Siliente Capitán expíame como después has de castigarte
Aprende Capitán -que nos has erigido como te formaste-
Cómo actuamos nosotros
Delante de tu poder
Que rodillas enterramos dos veces al día
Que somos hombres de verdad
Aprende y sabrás sacrificar a tus hijos

Sabrás Capitán infinito del aire
Lo que es el dolor
Sabrás
Que en tu nombre haremos muchas cosas
Aunque el nuestro ignores

Ya ves capitán único
Estrella verdaderamente fría
Así se comporta el hombre ante tu miedo
Entre tu niebla
Ante el llanto

Has dejado de hablar
Has impedido que mi hijo descienda
Que encuentre el abismo

Pero ya ves
Ante mi sangre
Que has prometido
En custodia tener
Tendrás que decir su nombre 
Capitán de la muerte
Capitán de la sombra
Capitán del sueño
Y del mar capitán.


Epístola II. La concesión.

Detrás del horizonte umbrío esta el día
urdiendo su plan para conquistar la noche
mientras yo esperaba recordando el color de mi vida
la ceguera y el silencio de la muerte
ya la aurora de Venus desaparecía
y se oía largamente un reproche

que no era mío
que es apenas una estrella en mi corazón
la que huía de ésta vida y se unía a la calma
porque si la muerte he decidido
lo ha hecho mi alma y no mi razón

y al alma de nadie le faltaran penas
y a la razón no le faltara laberintos lo sé
en los que perder las hojas de sus primaveras

pero hablo de primaveras sin conocerlas
hablo como el muerto que soy de la muerte que no tengo
por qué para ser feliz hace falta no serlo

ahora que vivo he sido olvidado
tan presente me tiene el hombre que ya no me ve
yo le di el pan y el reino
yo le entregue todas las cosas que posee
mi lápida será el recuerdo
sepultaré al hombre muerto que en mí vive
para que renazca en la memoria el otro
el que nunca he sido y que siempre tuvo lo que perdí
me sepultaré para vivir

divago y el día me encuentra labrando estos versos
soy yo el testigo sin embargo de la muerte de las estrellas
es ingenuo creer que el mundo dure
después de nuestra existencia
conmigo me llevaré todo lo que conozco y lo que me conoce

lo desconocido nunca habrá tenido puesto en la tierra
fui yo el rey y fui el mendigo
no dispuse de mujer ni de copa en la que repartir mi vino
no será mi culpa el haber desaparecido
ni viviré contando los minutos de mi vida

No es tristeza la que me empuja a éste abismo.