Epístola I. El ruego.
Capitán
Tendrás que pronunciar su nombre
Mi ofrenda es la
muerte
La reconozcas o
no
Aquello es lo
único que puedo darte
Todos mis cielos
dependen de aquel sueño Capitán
Como el alma mía
Pruébame
como Yahvé
Inquirió a Abraham
Bendíceme
La muerte es lo
único que tengo
Si no es mi vida
La de mi hijo exígeme
Capitán de las
noches
Capitán
eternalmente perdido
Entre las
sanguijuelas y los espejos.
Todo quiere
robarte Capitán
y lo que yo te
entrego
(Nunca me has
exigido nada)
Es mi último
dolor
Capitán desátame de todas mis ergástulas
Róbame los astros
Cárgame de muerte
Todo te lo pido
Te desafío en
todo
Y lo que ofrezco
no lo ves
Está bajo la
silenciosa mesa Capitán
Ahí
Abajo
En la
profundidad encontraras mi alma
Me deshago de
ella
Ya seca
Quiero ser
Abraham
Pruébame
Inmolaré Capitán
a mi hijo
Renunciaría a toda
la vida
Si me lo
pidieras
Capitán que en
ningún mar has reinado
Siliente Capitán
expíame como después has de
castigarte
Aprende Capitán
-que nos has erigido como tú te
formaste-
Cómo
actuamos nosotros
Delante de tu
poder
Que rodillas
enterramos dos veces al día
Que somos
hombres de verdad
Aprende y sabrás
sacrificar a tus hijos
Sabrás Capitán
infinito del aire
Lo que es el
dolor
Sabrás
Que en tu nombre
haremos muchas cosas
Aunque el
nuestro ignores
Ya ves capitán
único
Estrella
verdaderamente fría
Así se comporta
el hombre ante tu miedo
Entre tu niebla
Ante el llanto
Has dejado de
hablar
Has impedido que
mi hijo descienda
Que encuentre el
abismo
Pero ya ves
Ante mi sangre
Que has
prometido
En custodia
tener
Tendrás que
decir su nombre
Capitán de la
muerte
Capitán de la
sombra
Capitán del
sueño
Y del mar
capitán.
Epístola II. La concesión.
Detrás del
horizonte umbrío esta el día
urdiendo su plan
para conquistar la noche
mientras yo
esperaba recordando el color de mi vida
la ceguera y el silencio
de la muerte
ya la aurora de Venus
desaparecía
y se oía
largamente un reproche
que no era mío
que es apenas
una estrella en mi corazón
la que huía de
ésta vida y se unía a la calma
porque si la
muerte he decidido
lo ha hecho mi
alma y no mi razón
y al alma de
nadie le faltaran penas
y a la razón no
le faltara laberintos lo sé
en los que
perder las hojas de sus primaveras
pero hablo de
primaveras sin conocerlas
hablo como el
muerto que soy de la muerte que no tengo
por qué para ser
feliz hace falta no serlo
ahora que vivo
he sido olvidado
tan presente me
tiene el hombre que ya no me ve
yo le di el pan
y el reino
yo le entregue
todas las cosas que posee
mi lápida será
el recuerdo
sepultaré al
hombre muerto que en mí vive
para que renazca
en la memoria el otro
el que nunca he
sido y que siempre tuvo lo que perdí
me sepultaré
para vivir
divago y el día
me encuentra labrando estos versos
soy yo el
testigo sin embargo de la muerte de las estrellas
es ingenuo creer
que el mundo dure
después de nuestra
existencia
conmigo me
llevaré todo lo que conozco y lo que me conoce
lo desconocido
nunca habrá tenido puesto en la tierra
fui yo el rey y
fui el mendigo
no dispuse de
mujer ni de copa en la que repartir mi vino
no será mi culpa
el haber desaparecido
ni viviré
contando los minutos de mi vida
No es tristeza
la que me empuja a éste abismo.